jueves, 18 de diciembre de 2014

Palometón a light spinning

El mar te devuelve lo que le das cuando menos lo esperas. Con este enunciado encabezo esta entrada que tiene como plato principal una de mis especies favoritas, el palometón, aderezado con un ingrediente que me encanta, el light spinning. Como decía recientemente en otra publicación ( Adiós verano...), el verano nos despedía para dar paso al otoño y a todas las oportunidades que esta estación nos brinda. Ya queda poco para que acabe el periodo otoñal, tres meses en los que hemos disfrutado de buenas jornadas pescando en superficie pero entre todas ellas, hay una en concreto que merece la pena recordar, tanto por la especie en sí, como por las circunstancias que rodearon esa captura. Me remontaré a ese día.

Era una mañana medio despejada, con nubes en el horizonte que auguraban lluvias. Llegamos al spot y me dispuse a lanzar la artillería pesada para atraer depredadores. A los pocos minutos, una ola se alzaba tras mi señuelo e instantes después, el artificial recibía un fuerte golpe pero el pez no llegó a clavarse. Iba con el equipo "heavy". El caso es que también llevaba conmigo el equipo light pero estaba "aparcado". Tras varios lances infructuosos con el equipo potente sin percibir más evidencias de vida, me giré y allí estaba el equipo light ya montado con otra muestra, reclamando ser utilizado. Dicho y hecho. Cambié de equipo y sólo bastaron dos lances para volver a mover al depredador que merodeaba por la zona. Lo que viene ahora es la parte más emocionante y la que peor lo pasé. El equipo ligero estaba formado por una 10-30, un 2500, trenzado de 10 libras y un bajo del 0'37.

Un abrazo deseado... Al final todo acaba como empezó, con palometones a spinning topwater.
Como decía, al segundo lance con el equipo light, la ola mágica volvía a alzarse tras el señuelo, pero esta vez el ataque fue certero y el pez se clavó a la primera delante de mis morros, difícil de olvidar una picada así. El pez inició la persecución a unos 8 metros de mi y cuando lo interceptó, tan sólo estaba a 4 o 5 metros. Tras unos cabeceos sin moverse demasiado de sitio sacó algo de hilo, pero volvió a pararse para sacudirse de nuevo. En esos instantes me pensaba que era un palometoncete de 3 o 4 kilos, sin embargo, ese pensamiento se esfumó rápidamente. El pez dijo "aquí estoy yo" y mostró todo su potencial, sacando unos 60 metros de hilo del tirón. Ahí ya no pensaba que fuese un ejemplar juvenil y tuve que poner el equipo al límite. Seguramente el agua fría me ayudó y, para mi sorpresa, el palometón entraba en el salabre en cosa de dos minutos, extenuantes para ambos. Puedo asegurar que fueron los dos minutos más eternos que uno pueda imaginar, rezando para mis adentros que no petara nada por ningún sitio. Cuando por fin lo abrazaba, vi que la grapa estaba abierta a punto de enderezarse y fue cuando me di cuenta que aquel pez realmente era para mi. Tenía todos los números de perderlo, pero no fue así. Para variar, tras las fotos lo devolvimos en perfectas condiciones e hicimos un pequeño video de la suelta. En pocos minutos empezó a llover fuertemente y tuvimos que marcharnos. Sin duda esa jornada será recordada por sus frutos, solamente nos bastó media hora para pescar un buen pez antes que llegase la tormenta. Ya podría ser así siempre...al menos, eso esperamos.

Sólo me queda dedicar esta captura a Tonina, Jose y Raulet, sólo vosotros conocéis de verdad mi dedicación al topwater y el amor que siento hacia esta especie. ¡Va por vosotros!
¡Hasta la próxima, espero que hayan disfrutado del relato!